En la tradición judeo cristiana, el Génesis es el primer libro del Pentateuco y, por lo tanto, también del Antiguo Testamento de la Biblia. Haciendo honor a su etimología —proviene del griego γένεσις que significa nacimiento, creación u origen— el Génesis relata la creación del mundo, los inicios de la humanidad y la historia de los antepasados del pueblo elegido de Dios.

A lo largo de la historia han existido varios momentos que se pueden considerar como génesis culturales o sociales. Puntos de inflexión cuando se generaron cambios tan radicales que le dieron un vuelco a la sociedad, a las formas de vida y la manera en cómo nos relacionamos: la Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, son considerados como momentos clave en la historia de la humanidad.

Sin embargo, también podemos hablar de estos puntos de inflexión en una escala media o incluso micro; momentos personales que nos transforma como individuos a nivel personal. En la historia de las mujeres, algunos de los momentos más relevantes son el triunfo del sufragio femenino y la revolución sexual, también conocidos como la primera y segunda ola del feminismo.
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Este último transcurrió durante las décadas de los setentas y ochentas, las cuales marcaron un periodo de cambios significativos en muchos aspectos de la historia moderna.

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Las mujeres que durante aquellos años desafiaron las normas de género tradicionales fueron quienes abrieron el camino a una mayor igualdad para nosotras en generaciones posteriores.

Cabe destacar que este cambio no surgió de la noche a la mañana, se logró por medio de pequeñas victorias —como tomar decisiones sobre su propio cuerpo y salud reproductiva, demandar igualdad en el hogar y una distribución equitativa de las responsabilidades domésticas— que fueron marcando el camino para cambios más grandes —como la entrada masiva de las mujeres en la fuerza laboral y las primeras mujeres electas en altos puestos de Estado (Margaret Thatcher, Vigdís Finnbogadóttir, Sandra Day O’Connor y Geraldine Ferraro)—.
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En México, tenemos el ejemplo de una mujer que en 1984 se atrevió a desafiar los roles de género tradicionales y los cánones de moda contemporáneos al fundar la primera casa de moda 100% mexicana. Regina Calzada de Romero, contando con el apoyo de su familia, diseñó y fabricó calzado de dama de piel hecho a mano, pensando en todas esas mujeres que querían comerse al mundo.

Como la verdadera disruptora que es, Regina decidió ponerle su nombre a la marca. Más allá que una empresa, ella buscaba empatizar y relacionarse con sus pares, esas primeras mujeres que nos abrieron camino en el mercado laboral, aquellas que comenzaron a ocupar puestos cada vez más prestigiosos, mujeres que fueran su reflejo.

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 Hoy, casi cuarenta años después, Regina Romero sigue calzando a todas las mujeres que desean hacer sus sueños realidad, acompañándolas en cada paso, en cada momento de su vida.

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Aquellas que hace casi sesenta años se manifestaron por la igualdad de género, tanto en el hogar como en la vida pública, lucharon por su lugar en instituciones de educación superior, en campos laborales dominados por hombres y espacios en la política y la diplomacia, son mi fuente de mayor admiración y respeto. Porque no es fácil levantarse frente a un sistema que te mantiene en un lugar de pocas posibilidades y ellas, contra todo pronóstico, salieron triunfantes.

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