Un legado, al ser la sublimación de una historia, se hereda más allá de las palabras. A veces se transmite en gestos dibujados mediante el silencio, en la manera de hacer bien las cosas y llega a ser tan profundo que permanece aunque ya no esté quien los inició. El legado es la única forma de inmortalidad para los seres humanos.

Así ha sido mi padre para mí. Más allá de una herencia física, hoy llevo con orgullo y honor su apellido, muchas de sus costumbres y comparto muchas visiones que construyeron su perspectiva del mundo. Pero más allá de todo, la herencia más rica que me dejó fue hacer las cosas y, sobre todo, hacerlas bien.

Mi papá, Carlos Romero Huxley, no me enseñó sobre moda con palabras. Es curioso el valor que tienen las palabras: a veces se las lleva el viento, a veces quedan fijas sobre una carta. Pero sólo las palabras que trascienden en acciones son las que realmente nos llenan de significado. En el caso de mi padre, es mucho más lo que aprendí de sus silencios. El silencio es otra voz, otra forma de hablar. Y vi esos silencios llamándome en la manera en la que planchaba su ropa aunque se quedara en casa, en su puntualidad rigurosa y, sobre todo, en su obsesión por los detalles.

En aquellos espacios llenos de tranquilidad, me enseñó la clave de la elegancia. Esta no tiene que ver con las apariencias, sino con el respeto a sí mismo, a la vida, al trabajo y a los demás. Puedo decir que de él aprendí una forma masculina de crear belleza, y es precisamente esa mezcla única la que hoy busco plasmar en cada detalle de nuestros zapatos. Muchas veces se asume que el diseño de calzado para mujer pertenece al universo femenino, pero mi padre me enseñó que la belleza, la precisión y el cuidado no tienen género.

Durante su vida, papá jamás me habló de conceptos como empoderamiento o marca personal, pero sus acciones ya definían esas palabras. Nunca llegaba tarde. Nunca se quejaba del esfuerzo. Siempre buscaba mejorar lo que ya funcionaba. Además, me ayudó a identificar valores que hoy rigen toda mi labor: el compromiso, la responsabilidad y la honra a las tradiciones.

El compromiso del que mi padre hablaba tenía que ver con una promesa de amor por el trabajo, con hacer las cosas como si fueran para alguien a quien quieres profundamente, no importa si es un extraño. Ese compromiso implica una responsabilidad fortísima: nada mejor que hacerse cargo de lo que sí se puede cumplir al prometerlo.

Y al cumplir, desde luego, no hay mejor clave que superar las expectativas. No se trata de prometer demás, sino de dar más de lo esperado. Esta entrega viene del corazón, de ese amor que sentimos por los otros. Un par bien hecho también es una forma de ternura, de presencia y de respeto.

En cada diseño que hacemos, hay algo de él: una lección silenciosa de cómo hacer las cosas bien, con todos aquellos que no miran, pero con los que tenemos un compromiso profundo. Finalmente, respetar la tradición es entender que lo nuevo no reemplaza lo anterior, sino que lo enriquece.

De él también aprendí que un zapato bien hecho no es solo una pieza técnica, sino una promesa cumplida. Cuando hablamos de diseño, solemos hablar de líneas, colores y formas. Pero hay algo mucho más profundo en un diseño verdaderamente invaluable: en cada par que calza bien desde el primer paso, hay una serie de valores imperceptibles a la vista, pero notables al alma.

Hoy soy más que un hijo orgulloso, pues también tengo el privilegio de ser padre y heredar estos valores. Al ver a mi hijo diseñar y trabajar con esa misma dedicación en nuestro estudio, entiendo que este tipo de valores —los que no se enseñan con palabras, sino con el ejemplo— son los que verdaderamente perduran.

Hoy nuevamente agradezco a la vida por mi padre y a mi padre por su vida. Mi padre no me enseñó a hacer zapatos, sino a hacerlos con sentido y enaltecer mi existencia y su legado mediante ellos. Ese legado masculino vive en cada uno de nuestros pares y honra su memoria y la de mi mamá, Regina. Y ahora, también vive en las manos y la mirada de una tercera generación.

En este Día del Padre he confirmado una de mis creencias más profundas: los verdaderos valores no necesitan ser explicados. Solo sentirse y permanecer. A sus padres y a los compañeros de vida que han elegido como padres de sus hijos, ¡felicidades!.
Con amor,
Jorge Romero Calzada.