Hans Christian Andersen, uno de los protagonistas en las bibliotecas de los niños desde el Siglo XIX hasta nuestros tiempos, también –como Perrault y los hermanos Grimm– escribió sobre zapatos…los zapatos y su magia, ese enigma que envuelve el tema del calzado desde tiempos tan remotos.

Andersen hablaba en sus historias de la belleza exaltando esta virtud como una de las llaves del éxito y de la felicidad; así el cuentista y poeta danés se adelanta a los tiempos con uno de los títulos más exquisitos, sensuales (fetichistas, incluso), mágicos: Las Zapatillas Rojas.

Andersen aborda este cuento desde dos opuestos que intervienen en la trama de forma definitiva, a manera de premisa básica de la historia: la religión con su glamour y sus rituales; sus prohibiciones, sus culpas y sus lecciones; la brujería, la seducción, el verdugo de los cuentos de hadas que es quien termina por dar la lección.

Andersen retrata la pobreza de la pequeña y huérfana Karen en un solo aspecto: los pies descalzos, antes de que una viejecita le tejiese un par de alpargatas rudimentarias que ella lleva el día del funeral de su madre.  No hay otros elementos en la descripción de la pobreza de la niña: todo lo ilustran esas alpargatas mal hechas y unos pies desnudos a la suerte de la maleza. 

Pero el destino de Karen cambia cuando es adoptada por una anciana millonaria: este acontecimiento también lo describe Andersen en los zapatos que dan título a este cuento: no hay en la descripción elementos –aparte de las zapatillas rojas de fina piel– que describan la felicidad de Karen, quien refleja todo su júbilo en unos zapatos nuevos iguales a las que lleva la Princesa de la comarca. 

Entendemos, pues, a Karen y su nueva vida, su faceta de señorita digna de bailes y de un lugar en las altas esferas  mediante la temática de los zapatos: ellos encierran todo, en ellos están la fortuna, la dignidad, la felicidad y la seguridad de nuestro personaje. 

Karen emprende el camino hacia su vida de adolescente – adulta luciendo sus zapatillas rojas, y goza del embrujo y la fascinación que nos dan unos buenos zapatos: los placeres de caminar y danzar la vida a bordo de la fina piel, con su aroma inconfundible y su sonido al tacto con el piso, como si una fuerza sobrenatural la elevase a niveles cercanos al propio cielo: hay en el cuento de Andersen mucha relación con los temas Divinos, el cielo, el misticismo y la fe.

En este cuento el encanto del calzado es personificado por aquel que deposita al tacto su magia en los zapatos rojos, dándoles vida propia: Karen no puede quitárselos, ni logra detener la danza durante días enteros, alrededor de la aldea y de la ciudad: la fantasía del cuento hiperboliza de manera exquisita esas sensaciones físicas y emocionales que experimentamos los amantes y coleccionistas de zapatos: cuando alguien se pregunta –nos pregunta– para qué tantos zapatos, nuestras respuestas son cortas, porque, como pasa siempre en asuntos de magia, todo es inexplicable y simplemente se percibe, sin mayor explicación ni razonamiento: Las Zapatillas Rojas son una metáfora de ese encanto que tienen los zapatos y su efecto en nuestro ánimo: los zapatos – quizá dando razón a la teoría psicológica de que con ellos “hacemos tierra” – son  el accesorio que más sentimos, que más vivimos, que más fuerza aporta a nuestra apariencia.  

La danza compulsiva de Karen no es otra cosa más que la alegoría de la pila que sentimos cuando nuestros pasos están marcados por unos buenos tacones: nadie detiene nuestro caminar, nada nos hace bajar la mirada, nada puede pasar, cuando calzamos la tinta que escribe la mejor parte de cada día de nuestra historia.

Regina Romero es escultora de alta autoestima y pasos fuertes; hechiza a todas con la perfección de sus zapatos: sólo quienes hemos danzado la vida en unos Regina Romero entendemos la metáfora del embrujo de Karen con sus zapatillas rojas: el encanto de ser y sentirnos armadas, en la cima y cerca de todos los sueños.